- Lun Sep 19, 2011 3:55 pm
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El enfado es una reacción natural que nos permite afrontar las amenazas y establecer límites con los demás. Los expertos opinan que la clave no está en eliminarlo o evitarlo, sino en aprender a regularlo. ¿Por qué nos enfadamos?
Susana, informática de 38 años, ha llegado a casa enfadada porque su jefe ha ascendido a su compañero de trabajo en vez de a ella, pese a estar mejor preparada. "En la oficina no dije nada, le di la mano al chico y le felicité. Pero cuando llegué a mi casa me enfadé con mi hija y le eché una bronca porque la cafetera había dejado de funcionar. Supongo que necesitaba sacar la rabia de alguna manera." El enfado es una reacción de disgusto intenso, provocada por una frustración que juzgamos como inaceptable, injusta o inconveniente Muchas veces lo interiorizamos y evitamos que los demás vean lo que sentimos, aunque eso pueda repercutir en nuestra salud o en nuestros más allegados. Nos cuesta aceptar que algo nos enfada porque la ira no es una expresión que nos guste; la consideramos inoportuna, irracional e incluso infantil. Aunque tradicionalmente se presenta como una postura negativa (no olvidemos que la ira es uno de los siete pecados capitales), algunos expertos apuntan que nuestros enfados pueden convertirse en un impulso de creatividad.
DISFRAZAR LA RABIA
La ira, el enfado o la rabia son razonamientos emocionales que aparecen como una señal de alarma. "Nos indican que nos lastiman, que alguien viola nuestros derechos o que nuestras necesidades y deseos no están siendo satisfechos", explica la psicóloga clínica norteamericana Harriet Goldhor Lerner, autora del libro La danza de la ira. Prestarles atención nos ayuda a mantener nuestra integridad y a limitar las agresiones que podamos sufrir. No obstante, a menudo nos negamos a escuchar por qué los demás están enfadados, y frecuentemente somos nosotros mismos quienes preferimos callarnos, especialmente en el caso de las mujeres. Como explica Lerner, esto es así porque "socialmente vemos el género femenino como las cuidadoras, las pacifistas, las que estabilizan a los demás. Si demuestran su cólera se vuelven vulgares, pierden su feminidad e incluso su carácter maternal o su atractivo sexual". El problema es que la cólera no desaparece con sólo evitarla, y reprimirla o actuar como si nada hubiera pasado no es una buena solución. El secreto está en encontrar el término medio entre reprimir ese sentimiento (que tarde o temprano saldrá, ya sea verbal o físicamente) y tener un comportamiento agresivo o violento. Para encontrarlo, debemos conocer nuestras necesidades y aprender a verbalizarlas.
Cuando la mente no puede manejar los conflictos, el cuerpo sufre las consecuencias: dolores de espalda, úlceras, insomnio... ¿Hasta qué punto es sano reprimir nuestros enfados? "Si no queremos somatizar estos síntomas, debemos expresarlos de manera adecuada, evitando estar siempre pendientes de ellos para poder pasar a la acción." Así opina el psicólogo clínico Héctor Peraza, especialista en trastornos de ansiedad y terapeuta de Psicólogos Bonnet. "Si no se canaliza correctamente, la ira puede llevarnos a contraer enfermedades como depresión, alteración del sistema digestivo o ansiedad en las relaciones sociales, por ejemplo, si no queremos hablar con la persona con la que nos hemos enfadado." Así pues, las preocupaciones pueden traducirse en problemas físicos, y por ello debemos aprender otros métodos para afrontarlas. "Es imposible no sentir un enfado -continúa Peraza-, pero sí podemos canalizarlo de manera adecuada, expresando nuestras emociones sin ofender al otro." Es importante dejar pasar el calor del momento y hablar con calma, sin insultos, ni escándalos ni acusaciones, pero sabiendo muy bien qué es lo que queremos y cuáles son nuestras exigencias.
"Debemos olvidarnos de los aspectos corrosivos de la ira, porque nos hacen sentir mal y, además, nunca llegaremos a ningún sitio", apunta la especialista Harriet Goldhor Lerner. Las herramientas sencillas de relajación, como respirar profundamente o tomar aire durante dos o tres segundos, nos ayudarán a calmarnos y rebajar la intensidad de nuestros sentimientos.
VERBALIZAR NUESTROS SENTIMIENTOS
¿Por qué nos hemos enfadado exactamente? ¿El otro quiso causarnos daño a propósito? ¿Estamos exagerando? Conocer y verbalizar los motivos de nuestra ira nos permite reaccionar mejor, e incluso verla con humor. Debemos pensar que detrás de la rabia se oculta siempre un sufrimiento que puede ser verbalizado. Como apunta Harriet Goldhor Lerner: "Si el dolor físico nos indica que debemos solucionar un problema, el dolor del enfado nos indica que tenemos que preservar la dignidad e integridad de nuestro yo". En este sentido, el enfado es una emoción muy potente para señalar que algo no está bien, si bien "darle rienda suelta no soluciona el problema que señala", apunta la psicóloga.
Aunque algunos psicólogos aconsejan sacar la rabia que llevamos dentro dando golpes a una almohada, retorciendo una toalla o utilizando de diana la fotografía de nuestro jefe, otros especialistas opinan que desahogarse con violencia (gritar, llorar...) acaba por retroalimentar la ira. Ése es el caso de Enrique Pallarés Molins, doctor en Psicología y autor del libro Controlar la ira. Menos enfados y mejores relaciones con los demás, que opina que "desahogar o liberar la ira, por lo general, no es un buen remedio para prevenirla". El especialista explica que estas dinámicas se basan en una idea de Siegmund Freud, según la cual nuestro mundo emocional es como una olla a presión que necesita una válvula de seguridad para evitar que explote. En este sentido, el psicólogo apunta que "está experimentalmente probado que actuar así hace aumentar la ira, es como querer apagar un fuego con gasolina. Para mí la alternativa no es 'tragarse' el malestar o la frustración, sino manejarlos de forma adecuada". No es, por tanto, necesario gritar o golpear un objeto para expresar la rabia, porque al final el arma más efectiva que tenemos es la palabra. Si podemos formular los verdaderos motivos de nuestros disgustos, estaremos más cerca de solucionarlos.
¿LA IRA ES POSITIVA?
El enfado puede tener una función positiva, en tanto que nos da energía para afrontar amenazas y establecer límites en nuestras relaciones, además de preservar nuestra integridad y restablecer un equilibrio que se había roto. Para el psicólogo Enrique Pallarés Molins, la ira es positiva "en situaciones injustas, siempre y cuando sea proporcionada y consiga poner remedio a la situación que la ha creado en el primer momento". Es, por tanto, importante aprender a expresarla "de forma no agresiva, sin que haga daño a los demás ni a uno mismo". Harriet Goldhor Lerner, por su parte, está de acuerdo con esta afirmación y defiende que el enfado "no es ni positivo ni negativo, simplemente es. Si lo consideramos negativo es porque la gente lo maneja de una manera que no le permite hacer un cambio positivo con él, y por eso acaba empeorando las cosas".
También hay que tener en cuenta que desde muy pequeños se nos prohíbe mostrar la ira y enfadarnos en público, pese a que hemos aprendido a aceptar otras emociones como el llanto o la tristeza. Además, como le pasó a Susana con su hija, permitimos que el enfado contamine nuestras relaciones personales, de manera que la ira se vuelve contra nosotros y alimenta un sentimiento de inferioridad. "Es natural y normal sentir ira y no debemos culpabilizarnos por ello. Sin embargo, hay una alternativa entre 'tragarse' el enfado y exteriorizarlo de forma agresiva. Se trata de expresarse con firmeza, pero con formas adecuadas y socialmente aceptables", sentencia el psicólogo Enrique Pallarés Molins. Para el especialista es también importante "ver los acontecimientos con cierta perspectiva y, en la medida de lo posible, con sentido del humor, en lugar de tomar las cosas por el lado que más nos quema". Nuestro objetivo es, pues, restablecer el equilibrio sin renunciar a nuestras necesidades, pero tampoco a las del otro, y utilizar el enfado para recuperar la armonía.
Fuente: Revista Psychologies Nº 78.
Susana, informática de 38 años, ha llegado a casa enfadada porque su jefe ha ascendido a su compañero de trabajo en vez de a ella, pese a estar mejor preparada. "En la oficina no dije nada, le di la mano al chico y le felicité. Pero cuando llegué a mi casa me enfadé con mi hija y le eché una bronca porque la cafetera había dejado de funcionar. Supongo que necesitaba sacar la rabia de alguna manera." El enfado es una reacción de disgusto intenso, provocada por una frustración que juzgamos como inaceptable, injusta o inconveniente Muchas veces lo interiorizamos y evitamos que los demás vean lo que sentimos, aunque eso pueda repercutir en nuestra salud o en nuestros más allegados. Nos cuesta aceptar que algo nos enfada porque la ira no es una expresión que nos guste; la consideramos inoportuna, irracional e incluso infantil. Aunque tradicionalmente se presenta como una postura negativa (no olvidemos que la ira es uno de los siete pecados capitales), algunos expertos apuntan que nuestros enfados pueden convertirse en un impulso de creatividad.
DISFRAZAR LA RABIA
La ira, el enfado o la rabia son razonamientos emocionales que aparecen como una señal de alarma. "Nos indican que nos lastiman, que alguien viola nuestros derechos o que nuestras necesidades y deseos no están siendo satisfechos", explica la psicóloga clínica norteamericana Harriet Goldhor Lerner, autora del libro La danza de la ira. Prestarles atención nos ayuda a mantener nuestra integridad y a limitar las agresiones que podamos sufrir. No obstante, a menudo nos negamos a escuchar por qué los demás están enfadados, y frecuentemente somos nosotros mismos quienes preferimos callarnos, especialmente en el caso de las mujeres. Como explica Lerner, esto es así porque "socialmente vemos el género femenino como las cuidadoras, las pacifistas, las que estabilizan a los demás. Si demuestran su cólera se vuelven vulgares, pierden su feminidad e incluso su carácter maternal o su atractivo sexual". El problema es que la cólera no desaparece con sólo evitarla, y reprimirla o actuar como si nada hubiera pasado no es una buena solución. El secreto está en encontrar el término medio entre reprimir ese sentimiento (que tarde o temprano saldrá, ya sea verbal o físicamente) y tener un comportamiento agresivo o violento. Para encontrarlo, debemos conocer nuestras necesidades y aprender a verbalizarlas.
Cuando la mente no puede manejar los conflictos, el cuerpo sufre las consecuencias: dolores de espalda, úlceras, insomnio... ¿Hasta qué punto es sano reprimir nuestros enfados? "Si no queremos somatizar estos síntomas, debemos expresarlos de manera adecuada, evitando estar siempre pendientes de ellos para poder pasar a la acción." Así opina el psicólogo clínico Héctor Peraza, especialista en trastornos de ansiedad y terapeuta de Psicólogos Bonnet. "Si no se canaliza correctamente, la ira puede llevarnos a contraer enfermedades como depresión, alteración del sistema digestivo o ansiedad en las relaciones sociales, por ejemplo, si no queremos hablar con la persona con la que nos hemos enfadado." Así pues, las preocupaciones pueden traducirse en problemas físicos, y por ello debemos aprender otros métodos para afrontarlas. "Es imposible no sentir un enfado -continúa Peraza-, pero sí podemos canalizarlo de manera adecuada, expresando nuestras emociones sin ofender al otro." Es importante dejar pasar el calor del momento y hablar con calma, sin insultos, ni escándalos ni acusaciones, pero sabiendo muy bien qué es lo que queremos y cuáles son nuestras exigencias.
"Debemos olvidarnos de los aspectos corrosivos de la ira, porque nos hacen sentir mal y, además, nunca llegaremos a ningún sitio", apunta la especialista Harriet Goldhor Lerner. Las herramientas sencillas de relajación, como respirar profundamente o tomar aire durante dos o tres segundos, nos ayudarán a calmarnos y rebajar la intensidad de nuestros sentimientos.
VERBALIZAR NUESTROS SENTIMIENTOS
¿Por qué nos hemos enfadado exactamente? ¿El otro quiso causarnos daño a propósito? ¿Estamos exagerando? Conocer y verbalizar los motivos de nuestra ira nos permite reaccionar mejor, e incluso verla con humor. Debemos pensar que detrás de la rabia se oculta siempre un sufrimiento que puede ser verbalizado. Como apunta Harriet Goldhor Lerner: "Si el dolor físico nos indica que debemos solucionar un problema, el dolor del enfado nos indica que tenemos que preservar la dignidad e integridad de nuestro yo". En este sentido, el enfado es una emoción muy potente para señalar que algo no está bien, si bien "darle rienda suelta no soluciona el problema que señala", apunta la psicóloga.
Aunque algunos psicólogos aconsejan sacar la rabia que llevamos dentro dando golpes a una almohada, retorciendo una toalla o utilizando de diana la fotografía de nuestro jefe, otros especialistas opinan que desahogarse con violencia (gritar, llorar...) acaba por retroalimentar la ira. Ése es el caso de Enrique Pallarés Molins, doctor en Psicología y autor del libro Controlar la ira. Menos enfados y mejores relaciones con los demás, que opina que "desahogar o liberar la ira, por lo general, no es un buen remedio para prevenirla". El especialista explica que estas dinámicas se basan en una idea de Siegmund Freud, según la cual nuestro mundo emocional es como una olla a presión que necesita una válvula de seguridad para evitar que explote. En este sentido, el psicólogo apunta que "está experimentalmente probado que actuar así hace aumentar la ira, es como querer apagar un fuego con gasolina. Para mí la alternativa no es 'tragarse' el malestar o la frustración, sino manejarlos de forma adecuada". No es, por tanto, necesario gritar o golpear un objeto para expresar la rabia, porque al final el arma más efectiva que tenemos es la palabra. Si podemos formular los verdaderos motivos de nuestros disgustos, estaremos más cerca de solucionarlos.
¿LA IRA ES POSITIVA?
El enfado puede tener una función positiva, en tanto que nos da energía para afrontar amenazas y establecer límites en nuestras relaciones, además de preservar nuestra integridad y restablecer un equilibrio que se había roto. Para el psicólogo Enrique Pallarés Molins, la ira es positiva "en situaciones injustas, siempre y cuando sea proporcionada y consiga poner remedio a la situación que la ha creado en el primer momento". Es, por tanto, importante aprender a expresarla "de forma no agresiva, sin que haga daño a los demás ni a uno mismo". Harriet Goldhor Lerner, por su parte, está de acuerdo con esta afirmación y defiende que el enfado "no es ni positivo ni negativo, simplemente es. Si lo consideramos negativo es porque la gente lo maneja de una manera que no le permite hacer un cambio positivo con él, y por eso acaba empeorando las cosas".
También hay que tener en cuenta que desde muy pequeños se nos prohíbe mostrar la ira y enfadarnos en público, pese a que hemos aprendido a aceptar otras emociones como el llanto o la tristeza. Además, como le pasó a Susana con su hija, permitimos que el enfado contamine nuestras relaciones personales, de manera que la ira se vuelve contra nosotros y alimenta un sentimiento de inferioridad. "Es natural y normal sentir ira y no debemos culpabilizarnos por ello. Sin embargo, hay una alternativa entre 'tragarse' el enfado y exteriorizarlo de forma agresiva. Se trata de expresarse con firmeza, pero con formas adecuadas y socialmente aceptables", sentencia el psicólogo Enrique Pallarés Molins. Para el especialista es también importante "ver los acontecimientos con cierta perspectiva y, en la medida de lo posible, con sentido del humor, en lugar de tomar las cosas por el lado que más nos quema". Nuestro objetivo es, pues, restablecer el equilibrio sin renunciar a nuestras necesidades, pero tampoco a las del otro, y utilizar el enfado para recuperar la armonía.
Fuente: Revista Psychologies Nº 78.